¿Por qué tenemos cosquillas?

Madre haciendo cosquillas a su hijo

 

El enigma de las cosquillas

Las cosquillas son una de las reacciones más curiosas e incontrolables del cuerpo humano. Todos las hemos experimentado: una carcajada involuntaria, un estremecimiento o una súbita necesidad de alejarse del contacto. Pero ¿por qué existen? ¿Cuál es su función? En este artículo exploramos qué son, cómo se producen y qué nos dicen sobre nuestro sistema nervioso y evolución.

¿Qué son exactamente las cosquillas?

Desde un punto de vista fisiológico, las cosquillas son una respuesta a ciertos estímulos táctiles que activan terminaciones nerviosas específicas de la piel. Hay dos tipos principales:

  • Cosquillas ligeras (knismesis): una sensación leve, parecida a un hormigueo, que puede producirse por el roce de una pluma o un insecto.

  • Cosquillas intensas (gargalesis): provocan risa y requieren una presión más fuerte, como la que se aplica cuando alguien nos «hace cosquillas».

Ambas involucran diferentes regiones del cerebro y tipos de fibras nerviosas, pero comparten un origen común: el sistema somatosensorial.

El cerebro y las cosquillas

El cerebro desempeña un papel central en la percepción de las cosquillas. Las áreas más involucradas incluyen:

  • El tálamo, que procesa las señales sensoriales provenientes de la piel.

  • La corteza somatosensorial, que interpreta la localización y la intensidad del contacto.

  • El cerebelo, que compara los estímulos externos con los movimientos autoinducidos.

Esta es la razón por la que no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos: el cerebelo predice el movimiento y filtra la respuesta, considerándola irrelevante.

Un reflejo ancestral

Desde una perspectiva evolutiva, se cree que las cosquillas podrían tener funciones de vigilancia y protección. Por ejemplo:

  • Las cosquillas ligeras podrían servir como una alarma contra pequeños insectos que caminan por nuestra piel.

  • Las cosquillas intensas se localizan en zonas vulnerables del cuerpo (axilas, costillas, cuello), lo que podría estar vinculado a una función defensiva primitiva.

Esta interpretación es coherente con el hecho de que las cosquillas provocan una reacción automática, incluso en ausencia de peligro real.

Cosquillas, emociones y vínculos sociales

Las cosquillas no solo son físicas; también tienen un componente emocional y social. La risa que provocan tiene un valor comunicativo importante, sobre todo en la infancia. A través del juego con cosquillas:

  • Se fortalecen los vínculos afectivos entre padres e hijos.

  • Se aprende a reconocer límites físicos y a interpretar las señales sociales.

  • Se entrena la empatía y la autorregulación emocional.

Este fenómeno ha sido documentado incluso en animales sociales como los primates, que también se hacen cosquillas entre sí.

¿Por qué algunas personas son más sensibles?

No todas las personas reaccionan igual ante las cosquillas. Algunos factores que influyen en la sensibilidad incluyen:

  • Genética: hay una predisposición heredada.

  • Estado emocional: el estrés o la ansiedad pueden aumentar o disminuir la sensibilidad.

  • Confianza y contexto: nos afectan más las cosquillas cuando las hace alguien de confianza.

Además, hay personas con ciertas condiciones neurológicas (como el síndrome de Asperger) que tienen respuestas atípicas a los estímulos táctiles, incluyendo las cosquillas.

Cosquillas y ciencia: estudios curiosos

La neurociencia ha estudiado las cosquillas en diversos experimentos. Uno de los más conocidos consistió en aplicar cosquillas mediante un robot controlado por el propio sujeto: los resultados mostraron que, incluso sabiendo que el movimiento era automático, la sensación era mucho menor que cuando el movimiento era externo.

Otro estudio realizado en chimpancés y ratas reveló que también emiten sonidos similares a la risa al recibir cosquillas, lo que refuerza la hipótesis evolutiva y social de este fenómeno.

¿Pueden ser desagradables?

Aunque las cosquillas suelen estar asociadas con la risa, muchas personas las consideran incómodas o incluso angustiantes. De hecho, en contextos no deseados pueden provocar ansiedad, malestar o pérdida de control. Esto ha sido documentado incluso en la historia, como en ciertos métodos de tortura basados en cosquillas forzadas.

Esto demuestra que las cosquillas son una experiencia ambigua: pueden ser placenteras o negativas, dependiendo del contexto, la confianza y la intención.

El enigma sigue abierto

A pesar de los avances científicos, aún quedan preguntas sin respuesta sobre las cosquillas. ¿Por qué ciertas zonas son más sensibles? ¿Qué papel juegan exactamente en la evolución? ¿Es posible entrenar al cerebro para dejar de sentirlas? Lo cierto es que, aunque parecen un simple juego, en realidad son una ventana fascinante a los mecanismos sensoriales, emocionales y sociales del cuerpo humano.

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