¿Por qué nos mareamos en movimiento?
El ser humano es una criatura compleja, especialmente cuando se trata de percibir y procesar el entorno que lo rodea. Un fenómeno que muchos experimentan, pero pocos comprenden del todo, es el de los mareos en movimiento. ¿Por qué algunas personas no pueden leer en el coche sin sentirse mal? ¿Qué causa el malestar en un barco o durante un vuelo turbulento? La respuesta está en una pequeña pero poderosa estructura del oído interno y en la sorprendente forma en que nuestro cuerpo maneja la información sensorial.
El sistema vestibular y su papel esencial.
En lo profundo de nuestro oído interno se encuentra el sistema vestibular, una compleja red de canales semicirculares llenos de líquido que se encarga de detectar los cambios en la posición y el movimiento de la cabeza. Este sistema es el encargado de informarnos, junto con los ojos y los receptores del cuerpo, sobre nuestra orientación en el espacio.
Cuando todo funciona en armonía, podemos caminar, girar, correr o saltar sin problema. Pero cuando las señales que llegan al cerebro desde el sistema vestibular no coinciden con las que reciben nuestros ojos o nuestro sentido del tacto, se genera un conflicto sensorial. Es entonces cuando aparece esa desagradable sensación de mareo, también conocida como cinetosis.
¿Qué es exactamente la cinetosis?.
La cinetosis, también conocida como mareo por movimiento, es el nombre técnico del malestar que sentimos en ciertos medios de transporte, parques de atracciones o incluso en simuladores de realidad virtual. Sus síntomas más comunes incluyen náuseas, sudor frío, vértigo, palidez y, en casos más extremos, vómitos.
Este fenómeno ocurre cuando el cerebro recibe señales contradictorias sobre el movimiento. Por ejemplo, si vamos leyendo un libro en un coche, nuestros ojos perciben que estamos quietos (mirando páginas estáticas), pero el sistema vestibular y los músculos del cuerpo sienten las vibraciones, los giros y los cambios de velocidad del vehículo. El cerebro, al no poder conciliar esta información, responde con una sensación de alerta que históricamente podría haberse relacionado con la presencia de venenos (de ahí las náuseas, como mecanismo de defensa evolutivo).
El conflicto entre la vista y el equilibrio.
Uno de los factores principales en los mareos en movimiento es el desacuerdo entre lo que ven nuestros ojos y lo que siente nuestro cuerpo. Cuando estamos en un entorno en el que la vista dice una cosa y el oído interno otra, nuestro cerebro entra en crisis.
Este conflicto sensorial no ocurre únicamente en el coche. En los barcos, especialmente cuando estamos en espacios cerrados sin vista al horizonte, el vaivén del mar se convierte en un enemigo invisible. Algo similar ocurre en los aviones o cuando usamos gafas de realidad virtual mal calibradas. Incluso los videojuegos pueden causar cinetosis si el desplazamiento en pantalla no coincide con el movimiento físico del jugador.
¿Por qué algunas personas se marean más que otras?.
La sensibilidad a los mareos en movimiento varía enormemente entre individuos. Algunas personas nunca se marean, mientras que otras sufren incluso con trayectos cortos. Los niños son particularmente vulnerables, aunque suelen volverse más resistentes con la edad. También influyen factores genéticos, el estado de salud general, el nivel de fatiga, el estrés e incluso el tipo de comida consumida antes del viaje.
Además, existe un componente de habituación: con el tiempo, y tras repetidas exposiciones, el cuerpo puede adaptarse y reducir la intensidad del mareo. Este principio es utilizado en entrenamientos militares y de astronautas, donde se simulan entornos con movimiento extremo para acostumbrar al cuerpo a estas sensaciones.
Consejos para evitar los mareos en movimiento.
Aunque no existe una solución universal, sí hay estrategias que pueden reducir la probabilidad de sufrir cinetosis. Por ejemplo:
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Mirar al horizonte: ayuda a alinear la información visual con la sensación de movimiento.
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Evitar leer o usar pantallas: especialmente en vehículos en marcha.
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Elegir bien el asiento: en coches, sentarse delante; en barcos, buscar el centro; en aviones, sobre las alas.
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Ventilación y aire fresco: pueden ayudar a reducir la sensación de malestar.
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Uso de medicamentos o remedios naturales: como la biodramina, las pulseras de acupresión o el jengibre.
Algunas personas también encuentran alivio concentrándose en la respiración, escuchando música relajante o manteniéndose distraídas con conversaciones.
El mareo en realidad virtual: un nuevo reto.
Con el auge de las tecnologías inmersivas, los mareos en movimiento han encontrado una nueva vía de manifestación. El uso de gafas de realidad virtual puede provocar cinetosis en muchos usuarios, especialmente cuando los movimientos en la pantalla son rápidos o desincronizados con los movimientos reales de la cabeza.
Los desarrolladores de este tipo de tecnología trabajan constantemente para reducir estos efectos mediante mejoras en la resolución, el campo de visión y la latencia de respuesta. Aun así, los usuarios novatos deben comenzar con sesiones cortas y pausas frecuentes.
Un mecanismo con raíces evolutivas.
Aunque hoy en día nos parezca una molestia, los mareos en movimiento tienen una explicación evolutiva. Algunos científicos creen que este reflejo podría haberse desarrollado como mecanismo de defensa frente a la intoxicación: cuando el cerebro recibe señales confusas, podría interpretarlo como un síntoma de envenenamiento y provocar vómitos para eliminar la posible sustancia tóxica.
Esta teoría explicaría por qué el cuerpo responde de forma tan agresiva a un simple desequilibrio sensorial. Aunque ya no vivimos en la sabana ni tenemos que temer por plantas venenosas al viajar en coche, el reflejo sigue ahí, recordándonos que la evolución no siempre se adapta tan rápido como la tecnología.
Convivir con los mareos en movimiento.
Comprender por qué ocurren los mareos en movimiento nos permite enfrentarlos con más calma y preparación. Aunque no podemos cambiar cómo está diseñado nuestro sistema vestibular, sí podemos aprender a anticipar y reducir el impacto de la cinetosis en nuestra vida diaria.
Viajar no tiene por qué ser un tormento. Con algo de práctica, precauciones adecuadas y autoconocimiento, es posible disfrutar del trayecto sin convertirlo en un desafío biológico.